Ediciones Emilianenses
MOTTAINAI. DIARIO DE UN HOMBRE ROTO



Ficha técnica

Autor: Javier Olasagarre Ibaibarriaga

Colección Narrativa, nº 10

176 páginas, tamaño 23 x 13,5 cm
Encuadernación rústica con solapas
Primera edición: 2017. Logroño.
ISBN: 978-84-944886-4-1

PVP: 15 euros
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Pedidos:
info@edicionesemilianenses.com

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En Mottainai Diario de un hombre roto, Javier Olasagarre con un estilo narrativo minucioso y descriptivo introduce al lector, hora tras hora, en los principios generales que rigen las sociedades decadentes en franco retroceso humano y económico del siglo XXI, vislumbrando como único remedio el ser consciente de sí mismo para provocar la acción.


Sinopsis

Mottainai es un concepto de origen japonés que hace referencia a un sentimiento de inmenso vacío ante el desperdicio de un recurso de gran valor como puede ser el tiempo, las emociones, el talento, los sueños… o la propia alma.

Embadurnado voluntariamente con esta amarga sensación, nos encontramos frente a un hombre consciente de su situación, pero inerte ante su efecto.


Con decenas de hábitos y cientos de exigentes reflexiones presenciamos en primera persona la peregrinación agónica de un joven observador ante un día completo de su propia vida a principios del siglo XXI.

Un diario implacable. Un diario descarnado. El diario de un perdedor.
El diario de un hombre roto.

 

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Autobiografía del autor

Javier Olasagarre Ibaibarriaga (Pamplona, 1985), tuvo la dicha de crecer y formarse entre las localidades riojanas de Logroño y Briones. Desde su infancia se interesó por la lectura no obligada y ya en la pubertad escribió varios relatos breves que no pasaron de sus círculos más cercanos o de su propio ordenador. Con el paso del tiempo finalizó sus estudios superiores y se vio obligado a compaginar su trabajo con sus diferentes inquietudes.




Adicto a la música más estruendosa, guitarrista del grupo Volvone (Briones, 2005) con el que intercala conciertos
(https://www.youtube.com/watch?v=UXzwvcfd7JQ)
y algún que otro disco (10y25, en 2015). Ex-futbolista digno en activo y deportista perpetuo, ilustrador ocasional.
Con todo ello intenta mantener a flote la escritura y ha terminado en 2017 su primera novela
Mottainai Diario de un hombre roto.

Reseña de Trasteando con libros


Esta palabra, como leemos en la contraportada de la novela, de origen japonés sirve para
definir el estado de vacío y soledad que siente el protagonista ante su realidad diaria.
La novela está narrada con contundencia en primera persona y estructurada en
veinticuatro horas, es decir, un día en la vida del protagonista, que no es sino un reflejo de
la realidad profesional y personal de muchas personas en la actualidad, inmersas en el
maremagnum tecnológico que nos invade y acosa, de la mano de unas malas condiciones
laborales y acompañada de un aislamiento social creciente.
El autor, con frases cortas y descarnadas, también hace mención al consumismo, a los
centros comerciales, a la explotación de los animales para el consumo humano, la fuerza
implacable del dinero y el inmovilismo ante todas estas situaciones adversas, que son
digeridas diariamente.
Como vía de escape, el protagonista menciona la lluvia como redención y bienestar, los
fenómenos atmosféricos que le influyen para bien y para mal y como recurso infalible esa
capucha que le aisla de una realidad cruel que le acecha.
Sorprende en esta novela la crudeza de las afirmaciones y la soledad que siente el
protagonista, que su autor ha sabido reflejar magistralmente a pesar de su joven edad,
con un estilo sobrio, sin concesiones, pero sí con numerosas y alusivas metáforas para
reflejar una realidad clara y real como la vida misma.
Mottainai, como leemos en la contraportada de la novela, “hace referencia al uso
inapropiado de un recurso de gran valor como puede ser el tiempo”, tiempo que en ningún
caso será desperdiciado mientras leemos esta novela, que impacta y sobrecoge al mismo tiempo que enseña y hace que reflexionemos sobre la realidad social que nos rodea.
Azucena Escalona, 2018

Reseña de Libros y Literatura

Dicen Los Chikos del Maíz en una de sus canciones más conocidas que “la rutina es un suicidio diario”. Y no les falta razón. Porque, a priori, aceptar que un tercio de tu vida lo vas a pasar durmiendo y otro repitiendo las mismas tareas una y otra vez para, con suerte, sobrevivir y, con mucha más suerte, poder disfrutar de una porción del tercio restante es, cuanto menos, angustioso. Hay quien logra encontrar la belleza en el trabajo repetitivo y falto de excitaciones, más allá de si has guardado el documento antes de ese apagón tan inoportuno. Pero todos hemos visto también la otra cara de la moneda: la de aquellos que acaban absorbidos y deshumanizados por su oficio. Este resultado funesto no creo que vaya necesariamente ligado a la personalidad; muchos de ellos tal vez fueron, como el protagonista de Mottanai. Diario de un hombre roto, personas con inquietudes y vocaciones palpables, pero acabaron derrotados por un escenario laboral en el que ni siquiera el fin de la jornada constituye algo apetecible. En el que hace tiempo que dejaste de ser una persona para convertirte en un mero recurso.

En este pequeño libro nos encontramos ante la crónica de un hombre destrozado, alguien que, pese a su juventud, no encuentra ya sentido alguno a su existencia. No hay planes, ni objetivos, ni motivaciones más allá de levantarse al día siguiente a la misma hora, para afrontar ese jueves que tan poco se diferencia con el resto de días de la semana. De hecho, todo el relato está narrado a modo de monólogo interior y se desarrolla en un solo día. Porque poco o nada iba a cambiar la trama con el paso de una hoja más del calendario.

Javier Olasagarre, su autor, transmite con gran realismo el aislamiento que se impone el protagonista. La técnica de colocarse los auriculares para no ser molestado en el trabajo o el simular estar hablando por el móvil para no tener que enfrentarte al contacto con conocidos son actitudes de las que muchos hemos sido testigos y autores, pero que se llenan de significado bajo la piel de un tipo que se ha cansado de ponerle buena cara a la vida y que prefiere permanecer dentro de sí mismo el máximo tiempo posible.

Bajo la percepción del protagonista, del que nunca conocemos el nombre, todo es accesorio; en nada se diferencia el becario de su ordenador de sobremesa, ni su teléfono móvil de su escasa cuadrilla de amigos. Todos son meros instrumentos con los que hay que lidiar para poder volver a ese bendito encierro de cuatro paredes en el que no tiene que demostrar nada a nadie. Hace tiempo que dejó darle vueltas a lo que podría haber sido su vida de haber tomado otro camino, porque él es lo primero que parece irrecuperable.

Mottanai es un concepto japonés que se refiere al despilfarro o la mala utilización de un recurso. También es el título de un libro potente y amargo, un prometedor debut tan cargado de pesimismo que por momentos se hace trabajoso de leer, pero que no deja de ser un realista reflejo de la jaula de cuarenta horas en la que muchos viven encerrados semana tras semana.
Alberto Salazar 2018

Reseña de Forolibro.com

"Si miras fijamente al abismo, el abismo te devuelve la mirada” ya Nietzsche sabía por dónde iban los tiros. Vivimos tiempos en los que miramos demasiado el abismo, cual Anillo Único del todopoderoso Sauron al que no podemos dejar de babear con los ojos, pues nos encandila con sus cantos de sirena. A este abismo le podemos poner la denominación de origen de: telebasura, hiperconectividad, esclavismo laboral, sociabilidad obligada, desapego de las raíces personales y familiares o evasión y huida hacia ninguna parte. Machihembrar elementos que no encajan en un puzle al que le faltan piezas, con reglas del juego que cambian a mitad de partida. Una pulsión que nace de dentro de nosotros y te estalla en el pecho cual “Alien nihilista” que campa a sus anchas por nuestros sentimientos, aflojándonos la sesera (y la billetera) en una carrera de autos locos y payasos tristes hacia una meta del eterno retorno en el día de la marmota. El abismo te mira y a nuestro derrengado cuerpo ya no le quedan fuerzas para sostenerle la mirada.

(...)Aquí es donde Javier Olasagarre nos pone las gafas unidimensionales de visión nocturna y nos clava en la mente de un joven observador que se siente diferente (aunque transita la misma senda mancillada que el resto de elefantes hacia el cementerio de paquidermos ebrios de realidad reducida). En su Show de Truman particular recorremos de su mano una depresiva ciudad que nada (literalmente) en una atmósfera deslucida de lluvia y gabardinas cenicientas de personas que agachan la cabeza, bien para no mojarse, bien para interactuar con sus dispositivos móviles. Llamémosle Truman al protagonista de la novela (ya que desconocemos su nombre). Pues bien, Truman, es un productor/consumidor que ha salido un momento de la cadena de montaje en la que recibe su jornal diario para boquear en silencio sus penurias y su eterna sombría. Truman no camina, vaga. Nos encamina por distintos escenarios no nominativos y en todos ellos deja su efímera huella en la arena de una playa que más que cocoteros tiene: asfalto, polución, hormigón y desencanto.

Reseña de Ecos de Calíope

"Hoy vengo a hablaros de Mottainai. Diario de un hombre roto, un libro que recomiendo fervientemente, un inesperado sincericidio que cuesta digerir, una lectura que no ha sido fácil... Con la reseña me ha pasado lo mismo. Por ello, a pesar de mis impresiones iniciales, os animo a que leáis la reseña hasta el final para comprender por qué debéis invertir vuestro preciado tiempo en leer a Javier Olasagarre.

Mottainai. Diario de un hombre roto, de Javier Olasagarre Ibaibarriaga no es una lectura al uso (al menos para mí) y, como tal, tampoco esta puede ser una reseña al uso. En primer lugar, no es una novela porque no cumple los parámetros que las definen, esos que desde pequeños sabemos identificar (introducción, nudo y desenlace). Es un diario. Me diréis que hay multitud de novelas narradas en este tipo de formato (hasta obras cumbres de la literatura como Crónica de una muerte anunciada del querido Gabriel García Márquez). Lo sé, pero insisto, no es el caso.

Acudimos al diario de un hombre que nos narra en primera persona un jueves habitual en su vida, hora tras hora. ¿Una vida de película? No. ¿Un jueves ordinario en el que sucede algo extraordinario? Realmente no. ¿Una vida corriente pero cuyo interés radica en que pertenece a una sociedad o a una cultura sumamente diferente a la nuestra? Tampoco. ¿De verdad narra hora tras hora una jornada diaria en la que no sucede nada? Sí, he ahí, de hecho, el quid de la cuestión. No pasa nada.

Llegados a este punto, me imagino recomendando la lectura a un amigo (hecho que sucederá de forma real en un futuro cercano):

— ¿Engancha?

— No. Tampoco lo pretende.

— ¿Entretiene?

— Ni lo más mínimo.

— ¿Sirve para aprender, traslada conocimientos al lector o aporta algo nuevo al panorama actual o pasado de la literatura? (Vale, admito que seguramente mi amigo no me haga esta pregunta, pero, al fin y al cabo, esto es un reseña).

— No. Nada de nada.

— Entonces, ¿por qué te ha gustado el libro? ¿por qué debería leerlo?

— Por tres razones: porque seguramente hará mucho tiempo que no leas algo con una prosa de tal calidad. Porque este diario es capaz de llevar la crudeza a su exponente más alto con la crítica a la cotidianidad occidental del siglo XXI como única bandera. Porque la lectura emana tal pesimismo que lucharás contigo mismo por no sentirte identificado con el protagonista y, sin embargo, en algún momento, te verás reflejado en las palabras de este pobre hombre. Y como decía Neruda, “esa y sólo esa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas”.

¿Aún no te he convencido? No pasa nada. Estoy segura de que nuestro protagonista (del que nunca conocemos su nombre) tampoco dejaría convencerse de hacer algo solo porque un blog o una red social se lo recomendase. Pero, si te interesa el devenir de nuestra sociedad en estos tiempos competitivos, digitales, consumistas, mentirosos, ansiosos… no dejes de leer a Javier Olasagarre. Con un estilo directo (a veces, incómodamente directo), un ritmo ágil, una lengua afilada, una pluma versada y unos recursos literarios propios de una mano experta hace gala del don´t tell me, show me que tanto nos gusta a algunos lectores (los cascos y la música para enfatizar el aislamiento, la lluvia incesante para potenciar el frío, la tristeza y la soledad de las grandes ciudades, etc…) y dibuja un retrato feroz y real del tiempo que nos ha tocado vivir.

No creo que esta vaya a ser su obra maestra, todo hay que decirlo, pero sí le auguro una trayectoria literaria digna de ser seguida de cerca, a través de la cual no dejará de reunirnos con nosotros mismos para pasarnos revista y recordarnos que la vida es otra cosa".

Reseña de Esther Novalgos

"Suena el despertador de mi móvil. Estoy completamente incrustado en mi cama, agotado. Pienso un segundo sobre dejar que suene y no moverme, o hacer un mínimo esfuerzo por apagar ese incesante sonido. Gana la segunda opción.

Así comienza el libro que me tuvo atrapada desde el comienzo de su lectura y que consiguió me centrara en ella hasta el punto de hacerme olvidar las labores previstas de antemano y dedicarme exclusivamente a indagar en su apuesta. Queda claro que sus 173 páginas, captaron desde el primer momento mi interés.
Todo él se centra en lo vivido de 7 a 24 horas por alguien que observa su trayectoria de un modo peculiar y con el que identificarse resulta, tan sencillo, que acabas no sabiendo a ciencia cierta si está hablando del personaje y sus asuntos, o si la totalidad del devaneo se refiere directamente a ti.
El que esté narrado en primera persona, consigue que esa fusión escritor-lector se intensifique. Tengo absolutamente claro que en el protagonista de la historia no se esconde Javier. Pero una frase suya que se hizo sitio en mi cerebro ( algo de nuestra sangre le da tinte a las letras - o algo parecido a esto - ) me lleva a pensar que, si no sus vivencias, si que al menos nos dona su sentir y nos transmite la veracidad de su pensamiento más oculto.
No está capacitado para escribir de amor quien nunca lo ha sentido, ni abrir el corazón de par en par quien por norma (y consciente) lo mantiene cerrado.
Basándome por tanto en tal consigna, me atrevo a aconsejar que aquellos que deseen descifrar sus ideas (las de Javier Olasagarre Ibaibarriaga) lean con atención cuanto en esta su primera novela cuenta. Por mi parte solo añadir que, tras la sorpresa de descubrir a un escritor al que conocí en su infancia, confío en que su actividad literaria no acampe en MOTTAINAI y que este sea el paso que le lleve hacia lejanas metas. Allá le buscaremos".

Esther Novalgos Laso, 2018

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